domingo, 30 de noviembre de 2008

Capítulo 2: Ascuas, colgantes escarlata y jarrones de oro

ATENCIÓN: HASTA QUE ESTÉ ARREGLADO, SI ERESUN PAGANO USUARIO DEL INTERNET EXPLORER, EN LAS PARTES DE LOS DIÁLOGOS VERÁS TROZOS DE CÓDIGO. A PESAR DE QUE SERÁ SOLUCIONADO, SI ESTÁS ENTRE ESTOS CASOS, INSTÁLATE YA!! EL MOZILLA FIREFOX. NO YA PARA QUE PUEDAS LEER BIEN ESTO, SINO PARA QUE ESA MIERDA LLAMADA INTERNET EXPLORER NO HUNDA TU PC EN LA MISERIA CON VIRUS, PORNO BARATO (mmm...), POP-UPS, ETC.



Por si no lo había dicho, me llamo Ragna Riad, y soy duro, muy duro.

“Pelirrojo es mi cabello y mis ojos esmeralda, mi piel oscura y mis pensamientos claros, mi voz es ruda y mi corazón es blando, Ragna Riad el cazarrecompensas, a vuestros servicios”. Eso quise poner en unas tarjetas muy maqueadas que iban a hacerme, pero costaba un ojo de la cara así que tuve que contentarme con abreviaturas: “R.R. Cazacosas”. Costando como costaban cien xiones por letra, pues no voy a poner recompensas pudiendo poner una muletilla como “cosas”. Si soy sincero todo el mundo se ríe cuando la ve, pero me la trae floja porque lo que cuenta no es la tarjeta, sino el nombre que va en ella… aunque en ésta sólo vayan iniciales.

Bueno pues como trataba de decir, tuve que hacer un trabajito nada fácil.

¡La Ciudadela de las Gemas!, allí estaba yo.

Es una enorme metrópoli (pero metrópoli del oeste, claro, qué remedio), que comprende varias ciudades, todas con nombres de joyas.

Para empezar encontramos “Topacio de la Mañana”, es la principal porque es donde más gente hay, digamos que es la zona del ciudadano medio; luego encontramos “Rubí de Mediodía”, la ciudad más bonita, o eso se dice, lo que pasa es que es casi exclusivamente para los ricos, porque todo allí vale un ojo de la cara. “Azabache de la tarde” es una ciudad que no entiendo la razón de que se llame así. Y lo digo porque la ciudad que da nombre a la hora nocturna, “Diamante de la noche”, podría cambiarse por azabache. Pero bueno, cosas de la publicidad, supongo. Esas dos son dos ciudadelas parecidas a “Topacio de la mañana”, aunque algo más personales y pequeñas: digamos, que es muy difícil encontrar casa allí, a lo que se le suma que casi todo es zona comercial (quítate de la cabeza esa idea que tienes de zona comercial. Aquí de moderno nada: bazares, puestos y prostíbulos, nada de enormes edificios con cientos de tiendas en su interior). “Lapislázuli de Madrugada” es la última de todas, y sin duda, la peor. Barrios bajos, para entendernos.

Pero los nombres no tienen nada que ver, son cinco ciudades y punto, cada una con sus pros y sus contras, aunque algunas sean con muchos contras y pocos pros.

Yo me encontraba en una de estas ciudades, en “Topacio de la mañana”, para más señas. En serio, tienes que ir allí, es increíble. Muchos bares, muchos sitios de recreo, etc. Si me apuras, sólo “Diamante de la noche” es más divertido. Pero, ya sea gracia o desgracia, me vi envuelto en algo que no me agradó mucho, al menos en un principio.

Las calles suelen ser muy alborotadas si la ciudad es alborotada, mientras que si es uno de esos puebluchos perdidos, la gente es, además de hosca y misteriosa, peligrosa y distante. La Ciudadela de las Gemas se caracteriza por ser bastante movida en general exceptuando, como ya he dicho, Lapislázuli de Madrugada.

Pues bien, Topacio de la Mañana es un sitio genial, tal y como he explicado, pero no todo podía ser una maravillosa panacea. ¡Qué va!, ni mucho menos, menudos capullos hay por ahí. La pasma, para empezar, odia a los cazarrecompensas, como en todos sitios. Pero a mí, en especial, me detestan. ¿Qué creías?, soy bastante conocido, mi reputación sube en muchos lugares, aunque baja en otros. Si la policía me odia aquí más que en otro sitio es, simplemente, porque soy un antiguo huésped de sus filas. Sí, como oyes, he sido pasma. No me echaron de la policía, ni mucho menos, más bien me eché yo mismo. Corrupción, ésa es la respuesta a la pregunta “¿Por qué?”.

Como iba diciendo, me había desplazado de mi ciudad de alojamiento, (“Azabache de la tarde”, la más tranquilita), para dar a parar a Topacio de la Mañana. Lo hice porque dos tardes antes, un tipo bastante extraño y sospechoso me asaltó en mi “despacho” (ejem, ejem, despacho = cubículo cuadrado, que hace las veces de salón, cuarto de baño, dormitorio, cocina y despacho detectivesco, es decir, casa de una sola sala. Loft.), solicitando mis servicios. Mi casa no es gran cosa, eso es cierto, para qué negarlo. Por eso, me gusta tener intimidad, y cuanto menos gente entre en ella pues mejor. Debido a esto mis horarios son estrictos, abro mi despacho unas pocas horas al día (es decir, lo limpio un poco y pongo un par de papeles sobre la mesa para aparentar civilización), y el resto de la jornada mi puerta permanece cerrada y no se abrirá ante nada ni nadie (entre otras cosas, por los múltiples bandidos y asesinos que hay sueltos). Un tipo calvo y bastante feo, con chaleco negro y camisa blanca era la persona que pretendía hablar conmigo. Vamos, que era un barman. Sí, sí, en cuanto lo vi lo adiviné, porque todos son así: feos, calvos, y con chaleco y camisa. No hago pasar a nadie hasta no saber con exactitud qué es lo que quiere de mí, así que le interrogué en la puerta:- Supongo que tú eres el relativamente famoso Ragna Riad, el cazarrecompensas. Me dice el tipejo con voz asqueada

- Lo soy, sin el relativamente. Respondo yo duramente.

- Si tú lo dices...

Me estaba enfadando, nadie viene a MI casa, a MI despacho a solicitar MIS servicios, y me falta al respeto. Pero me lo callé.

- Dime, ¿Qué necesitas del gran cazarrecompensas Riad?

- Sí, claro, lo que tú digas; ¿Acaso no es obvio?, que me caces una recompensa.

Mucha gente me dice que cuando hablo con alguien, a veces hago silencios entre frase y frase, y eso es debido a que he de debatirme entre una contestación o un soplamocos. En este caso, lo que pensé fue: “un inútil tengo ante mí, posible cliente, aunque inútil. Mejor seguirle el rollo en vez de despacharlo”, así que tras el silencio, le dije:

- Sí, obviamente. Pero dime, ¿Qué es exactamente lo que quieres?

- Muy simple. Yo soy Dack Janiels, y tengo un negocio en Topacio de la Mañana, el “Figón Beodo”.

¿Lo ves?, un barman. Además, conozco su garito, y no está mal, para qué negarlo. Muy amplio, lleno de mesas redondas y siempre con música sonando. Pues lo dicho, que el señor Janiels quería contratarme, y, ciertamente, parecía muy interesado en la misión que pretendía encomendarme. A pesar de lo desagradable de su arrastrar de las palabras, le hice pasar y le hice sentarse frente a mi mesa de trabajo, haciendo yo lo mismo por el otro lado. Me tumbé sobre el respaldo de la silla, echándola hacia atrás, y estiré las piernas poniendo los pies sobre la mesa (eso da aspecto “duro”, como en las películas antiguas, eso que nuestros tatatatataraabuelos veían).

- Hace tiempo se celebró, como probablemente sabrá, el concurso de las joyas.

Qué pesado es el tío. Sí, claro que lo sé. En la ciudadela de las gemas se celebra ese concurso cada año, y se dan premios al mejor hospital (por así llamarlo), mejor colegio (más de lo mismo), mejor bar, etc. Se premia con una copa de oro (para algo es la ciudad de las joyas, ¿o no?), además del prestigio que se obtiene. La policía de “Topacio de las gemas” fue la ganadora de dicho premio, como siempre. ¿Ves? Por eso me fui de allí, cambié de alojamiento y profesión por no soportar ni un segundo más ese tipo de cosas.

- Como probablemente sabrá, mi establecimiento fue el ganador del concurso al mejor restaurante.

- Bar.

- Restaurante.

- Tasca. Insisto yo, seguro de mí mismo.

- Bodega. Insiste él, aún más seguro y orgulloso de su antro.

- Taberna, con peleas y violaciones.

- Mesón, con muy variada gente.

- Bodegón, con borrachos y prostitutas (eso se le ha dolido).

- Cervecería, por tanto.

Es bueno, todo hay que decirlo. Opto por dejarlo en empate.

- Cantina, así los dos ganamos y perdemos.

- Acepto cantina, por tanto, mi cantina ganó el premio a la mejor.

- Ajá.

- Y la copa de oro se me debió ser, por tanto, entregada,.

- Ajá.

- Pero no lo fue.

- Ajá.

- ¿Me está escuchando?

- Ajá.

- ¡Riad!

- Uff, qué plasta. Que sí, que me he enterado, he pillado la idea: taberna gana premio = se entrega premio = se roba premio = se busca ayuda para recuperarlo = se acude a mí a jorobarme vivo.

- Lo gracioso es, precisamente, que nadie me ha robado, o al menos eso dicen.

- Explíquese porque me estoy liando más que la soga de la horca.

- ¿Sabe quién es Icro Lefout?

- Desgraciadamente.

¡Lefout!, millonario donde los haya. ¿He dicho millonario?, sí, es cierto. Pero hay otros adjetivos válidos para definirle. Mafioso. Ladrón. Asesino. Estafador. Chantajista. Timador. Tramposo. Embaucador. Vamos, un cabronazo. Muchos cazadores de recompensas nos hemos visto obligados en más de una ocasión a cruzarnos con él. Para empezar, por el hecho de ser un coleccionista de arte (por decirlo de forma suave), y para continuar, por el hecho de que Ragna Riad e Icro lefout no son, precisamente, amigos. Lo conozco de antes de ser cazarrecompensas, me crucé en su camino cuando todavía estaba en el cuerpo. Debido a que yo, más que un policía, era un detective, destapé considerable información desagradable sobre él. Os preguntaréis, ¿Por qué sigue impune? Y yo os respondo: ¿Por qué dejé la policía? Exacto.

Aún así, a mí me da igual. Es más, todo un placer “robarle” algo, ya que robar a un ladrón tiene cien años de perdón...

- Pues bueno, ese maldito estafador se ha hecho con TODAS las copas de oro de la ciudad, y se excusa con invenciones y engaños. Por supuesto, la policía está completamente a su favor, no lo dude. ¡Ja! Adivine a quién no le han quitado su jarrón de oro: ¡a ellos! Todo conspirado y maquinado para enriquecerse. Y no sólo eso, sino que al parecer se ha hecho con otro cargamento de riquezas robados recientemente en los alrededores, vamos, todo un chorizo.

No lo dudé. Además, conocedor como soy de lo mucho que interesan a Icro las... “subastas legales”, supuse que tanto robo y tantas riquezas podrían tener algo que ver con eso. Apunté mentalmente la idea.

- Me parece bastante interesante, lo suficientemente interesante como para que te cueste unos cinco mil caudales.

- ¿Eso cuánto es en créditos? No entiendo esa jerga de cazarrecompensas.

- Pues, al cambio yo diría que cincuenta mil xiones.

- ¡Cincuenta mil xiones! ¡Eso son más de ocho mil créditos!

- Ey, ey, ey, tranquilidad. A mí no me hagas lío alguno, cincuenta mil xiones y eso es lo que hay.

- Me parece un tanto caro.

- ¿Caro?, debo introducirme en la mansión Lefout a robar tu puñetero jarrón, arriesgando mi vida. Y no sólo me deben preocupar sus hombres, sino también la pasma que, por supuesto, está con ellos. Por no decir la forma de colarme en la mansión. No bajo el precio ni un mísero xión.

- ¡Bah!, si no hay otro remedio acepto, al fin y al cabo el jarrón está valorado en mucho más.

- Lo sé de sobra.

Terminamos de hacer conjeturas y se marchó. Menudo inútil el tabernero ése.

Al menos era un trabajo que no requería una gran comedura de cerebro.

Me enteré (fuentes que tiene uno...) que Icro Lefout organizaba la noche siguiente una inmensa fiesta en su casa, por tanto, no costaría gran cosa introducirme, luego ya pensaría cómo obtener el objeto. Parece que mi idea de la subasta empieza a hacerse realidad por momentos. Mmm, quién sabe, quizá no vaya a ser un trabajo tan duro al fin y al cabo...

¡Qué equivocado estaba!, aún me faltaba sufrir la segunda parte de la historia.

Después de marcharse el barman, volví a mí “choza” y no salí de ella tan sólo para atender a los clientes (un total de cero).

Llegó la noche y cerré mi puerta con todos los candados existentes en la misma (atrévete a no hacerlo en estos barrios...), para tumbarme después sobre mi cama a meditar.

El mundo, menudo lugar. No hay nada, no ya bueno, sino nada meritorio. Nada que perezca la pena vivir o probar, nada que siquiera pueda hacerme volver a sentir la emoción en mi cuerpo. Desde que dejé el cuerpo no hay nada que me interese, ni siquiera un trabajo aparentemente imposible. Aunque me alegro de haberlo dejado ¿Qué me deparará el futuro?, ¿Muerte próxima quizás?, nunca me lo he planteado. Y dudo que sea momento de hacerlo. Mejor será acostarse y prepararme para el duro día de mañana.

Cerré los ojos y traté de dormir... No habiendo pasado ni cinco segundos la puerta sonó.

Toc, toc. Será algún delincuente, así que paso de abrir. Toc, toc, toc, toc. Uff, qué pesados. Si abro y es un desquiciado tendré que degollarlo, y no hay ganas. ¡Toc toc toc toc! Dios que pesadilla, me estoy cansando. Un “toc” más y me desquiciaré. ¡TOC TOC TOC TOC TOC!. Suficiente. Me levanto y voy a abrir la puerta, qué remedio. Eso sí, machete en mano y mirando a través de la cadena. Mmm, interesante, en vez de encontrarme al típico barriobajero con la navaja preparada me encuentro con una bella chica pelirroja. Y su piel, oscura, parece también algo rojiza. Abriré...

- ¿Sí?, qué quieres. Pregunto yo suspicaz.

- Hola, no sé si me habré equivocado pero... ¿es usted Ragna Riad?, el famoso “recuperador”.

- ¿Recuperador eh?, sí, es una manera de llamarlo. Pero ésta es mi casa, y la hora de oficina ha pasado hace rato. Así que lo siento pero tendrás que volver mañana, ale, ale.

- No lo creo guapo, ¿acaso por diez mil xiones no hará lo que te pida?

- ¿Diez mil xiones?, bah, no hablas con un cualquiera, pequeña. No quiero dinero, sino diversión.

- ¿Y qué buscas, “pequeño”?

- Un mundo que no esté plagado de basura, aunque esa utopía es bastante imposible como bien sabrás: por ahora, me conformo con mantenerme ocupado.

- Necesito que me acompañes, es un trabajo fácil. Simplemente necesito conseguir un objeto que me han… robado, por así decirlo. ¿Conoces la mansión Lefout?

Esto me empieza a sonar...

- Por desgracia, el señor Icro Lefout no es un alma bendita que digamos. Nos conocemos, y si me viera no creo que me deseara lo mejor. Dime, ¿Qué te han robado?

- Un valioso colgante, que iba en el cargamento que ese sucio bribón nos robó, tras de asaltarnos, por supuesto.

- Ya veo por qué diez mil xiones no son nada para alguien como tú.

- Piensa como quieras guapo, el caso es que en la mansión de Lefout está el colgante que sus hombres me robaron. Ayúdame a conseguirla y quizá tengas algo más que unos simples diez mil xiones ricura.

¿Cómo que simples?

- Sí, sí, sí, lo que tú digas, “ricura”. Por cierto, ¿Cómo te llamas?

- Ascuas.

- ¿Qué?

- Ascuas.

- ¿Qué ocurre?

- ¡Ascuas!.

- Deja ya de maldecir, que da mal rollo.

- He dicho A-s-c-u-a-s.

- Y yo te he preguntado cómo te llamas.

- ¡ASCUAS!.

- ¡CENTELLAS!.

Tras la pelea verbal con el barman Dack, espero ganar esta pelea con... con... con Ascuas.

- Te estoy diciendo Ascuas, ése es mi nombre.

- Sí, sí, ya lo he supuesto. Pues menudo nombre...

- Vaya, no es usted el más apropiado para decirlo, ¿No es cierto, señor Riad?, o debería decir señor Cavaleri, Asly Cavaleri.

Ey, ey, ey, para el carro pequeña. ¿Asly Cavaleri?, ése era mi antiguo nombre, cuando yo era algo más que un cazador de recompensas… ¿Cómo es posible que ella lo sepa?, sospechoso...

- ¿Cómo dices?

- Tranquilo, “Ragna Riad”, lo sé gracias a mi… alto cargo.

No entiendo absolutamente nada, pero da igual, tampoco es algo tan dramático que conozca mi antiguo nombre. Sin embargo, eso me hace saber que esta chica esconde mucho más de lo que enseña.

- Mañana nos veremos en la Mansión Lefout a esta misma hora, es decir, momentos antes de que empiece la fiesta. Hasta entonces por tanto, señor Cavaleri.

- ¡Oye, oye, espera!

La cadena de la puerta me impidió abrirla, y para cuando lo hice, la chica ya se había esfumado en la profundidad neblinosa de la noche.

Aunque avancé, no vi a nadie, por lo que me resigné y volví a casa, con cientos de preguntas revoloteando por mi cabeza (del tipo: ¿Por qué eres tan idiota de abrir a esas horas? ¿Por qué aceptas trabajos de gentes que no sabes casi nada? ¿Qué haces aquí a la intemperie en vez de correr hasta tu casa antes que te choriceen?).

Justo antes de llegar, juraría que vi a una extraña sombra. Aunque busqué y llamé a voces, nadie apareció. ¿Cómo es posible? Bueno, antes estuve escuchando mi VIEJA radio un rato, y escuché una película en la que decían algo parecido, así que quizá simplemente será que es muy tarde y confundo cosas. Supongo que sería una alucinación, por lo que lo olvidé.

Menudo día de contratos. Y yo mientras sigo aquí, tirado en la cama mirando al descorchado techo, sin nada que hacer. Al fin y al cabo, es eso lo que busco, un fin para seguir respirando día tras día. ¿A qué espero, por tanto?, supongo que espero que alguien me lo diga, me lo señale o advierta. Me diga: oye, es por ahí, haz esto y luego lo otro. No tiene sentido fingir más, además, así me muevo un poco, que llevo tiempo haciendo trabajitos de niñera.

Dos trabajos en uno, al fin y al cabo.

2 comentarios:

*MâGâ* dijo...

Creo que voy a engancharme a esta historia... =)
Los diálogos geniales xD
y no por qué pero el personaje me recuerda a ti en lo poco que puedo conocerte... hmmmm
un besito ;)

*MâGâ* dijo...

mamón, actualiza que estás de vaciones y a este paso m tendré que volver a leer la historia para enterarme de algo!!
t veo pronto. mua!